Divina incertidumbre, incómoda realidad ¡perfecta confianza!

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 “Sólo te pertenece aquello que no puedes perder en un naufragio.”

Proverbio Hindú.

De todas las cosas que incomodan a los seres humanos, la incertidumbre está en uno de los primeros puestos. La incertidumbre lo representa todo y, sin embargo, tendemos a pensar que representa sólo lo negativo.

Como dice Rick Hanson, nuestro cerebro está diseñado para que se le adhieran con mucha más facilidad las experiencias negativas, así la próxima vez que encontremos algo parecido tendremos más cuidado, y esto aumenta nuestras posibilidades de supervivencia. Este sistema neurológico no tiene como propósito que seamos felices, sino que sobrevivamos, así que hay que saber darle un marco apropiado. Este mecanismo natural retiene lo negativo más que lo positivo y se llama en psicología y neurociencia “el sesgo de negatividad”. Es bueno conocerlo, y no debemos permitir que regule el grueso de nuestra vida ¡porque sobrevivir no es nuestro único objetivo! Las buenas noticas son que se puede condicionar a nuestro cerebro para que recuerde y retenga las experiencias positivas con más fuerza. *

 Hay otros sesgos en nuestra vida. Muchos de ellos vienen dados por nuestras creencias y hábitos. La era industrial nos regaló el control del tiempo y el afán por los salarios y las vidas definidas. No fue una propuesta, sino una evolución impuesta. No ofrecía siempre una mejora de la calidad de vida pero sí más productividad. Aunque ya hemos dado el paso a la era tecnológica y a la era de la información, aún vivimos bajo el peso de ese control de la productividad, a merced de esas dependencias y esa vulnerabilidad que nos trajo la era industrial. Por supuesto, también vinieron muchas mejoras. Y con todas ellas también nos hemos quedado. Lo importante de este contexto es saber que cuantas más dependencias tenemos más vulnerables somos.

Para saber por qué os cuento esto habéis de saber que me gusta conocer las configuraciones culturales para entender por qué reaccionamos cómo lo hacemos, sobre todo cuando es inconsciente y colectivo. Conocer es añadir información relevante, y puede cambiar nuestra vida. La selección de información que hacemos cada día determina y perfila nuestra existencia cotidiana. Esa existencia cotidiana, que tan desapercibida nos pasa en sus detalles, da origen a comportamientos, creencias y sentimientos que se manifiestan con gran claridad ante las dificultades. 

VELOS, MÚSCULOS Y FUERZA.

Estamos ante un tiempo de dificultades y oportunidades muy visibles. Se abre ante nosotros una ventana amplia y luminosa por la cual observar los paisajes individuales y comunes que hemos creado. Ante la retirada de ciertos velos, con los que cubríamos y envolvíamos la realidad, vemos de manera especialmente nítida algunas cosas. Esas cosas siempre han estado ahí, no son fruto de las circunstancias. 

Si le hemos dedicado mucho tiempo a vestirnos con ropa que cubre el cuerpo pero no tenemos músculos fuertes debajo de la piel, cuando se nos caigan las vestimentas no tendremos soporte para la piel que queda al desnudo. En esta metáfora, la ropa representa todas las decoraciones materiales o de estatus que hay en nuestra vida. Los músculos representan las fortalezas internas que hemos desarrollado y trabajado en el silencio de la vida cotidiana. Warren Baffet expresa algo parecido en su clásica cita, y también usa el desnudo como símbolo: "Sólo cuando baja la marea se sabe quién nadaba desnudo” (En este contexto, la bajada de la marea se refiere a la bajada de los valores de la bolsa).

En contextos de incertidumbre, lo ideal es sostenernos con nuestra propia fuerza en vez de usar flotadores que se puedan pinchar. Nuestra fuerza no es lo que nos viste sino lo que nos define. Nuestra fuerza la determinan los patrimonios invisibles que nos hacen ricos de verdad: el patrimonio de sabiduría, el patrimonio de honestidad, el patrimonio de valentía, el patrimonio de confianza, el patrimonio de amor, el patrimonio de alegría… Y tantos como queráis nombrar que abarquen el área de la virtud humana.

Hoy quiero hablaros de la confianza, y preparar así el terreno para la siguiente práctica guiada que compartiré.

SOBRE LA CONFIANZA.

La confianza es una virtud, un músculo, una creencia y un sentimiento. Se desarrolla a lo largo de toda la vida, y siempre puede crecer. Nada tiene que ver con la arrogancia o la pedantería. No es territorio único de los líderes o las personas extrovertidas. Es un derecho, o una obligación, para todos.

La confianza verdadera se basa en uno mismo. Cuando sabemos que contamos con destrezas para superar las dificultades no tenemos que contar con controlar el mundo exterior para sentirnos seguros. Nuestra confianza y seguridad emanan de una fuente interior de la que podemos beber recursos, inteligencia y creatividad. 

Las personas que sienten confianza suelen ser amables consigo mismas y suelen prestar atención a sus éxitos cotidianos, para valorar las situaciones que han sido capaces de resolver y usar esa memoria para cuando surjan dificultades. Cuando disfrutamos de un buen nivel de confianza en nosotros mismos tenemos más disposición para afrontar desafíos e incertidumbre. Dado que la incertidumbre es parte inherente de la experiencia humana podríamos considerarla algo universal y divino, como parte de la creación. La realidad puede ser muy incómoda si no entendemos y aceptamos el papel de la incertidumbre en nuestras vida. 

La incertidumbre nos permite, entre otras cosas, poner a prueba nuestra confianza y otros recursos internos. Si yo no sé qué va a pasar, pero sé que he superado otros momentos inciertos y que tengo capacidad para aprender y adaptarme, atravesaré los momentos incómodos con mayor ligereza, curiosidad y aceptación.

ACEPTAR, ACOGER, CONFIAR.

La aceptación es el primer paso hacia la confianza, aceptar cómo son las cosas en este momento, sin necesidad de definirlas en exceso. Aceptar es parte de observar. Es parte del ser más que del hacer. Cuando aceptamos algo no participamos de ello pero permitimos que entre en nuestra vida tal cual es. La aceptación nos incluye a nosotros mismos.

Para participar de lo que está ocurriendo en nuestra vida, una vez que lo hemos aceptado, podemos optar por acogerlo. Acoger es un sentimiento cálido y tierno de apertura, que incluye un deseo de abrirnos y ver la belleza en cada situación, sin rechazar lo incómodo. Acoger es un acto de totalidad intencional. Decido abrazar lo que viene a mi, no sólo lo acepto sino que lo recibo de buen agrado y con mirada constructiva.

Por último, en ese estado de apertura y abrazo a la realidad, doy el paso interior de confiar en que esta incómoda realidad es algo que puedo gestionar con los recursos que ya tengo y los que soy capaz de desarrollar. Confiar no significa que lo tengo todo controlado pero sí que estoy en paz con lo que no controlo. Confiar no anula el miedo pero le da su espacio justo y razonable para que no bloquee la motivación, la voluntad o el discernimiento. Confiar es subir a la ola sin necesariamente pensar que aguantaré todo el rato o que soy la mejor surfera, pero sabiendo que estoy dispuesta a caerme porque no me quiero perder estar viva en este mar. Quiero ser parte de la ola. 

Esto es confiar. Ser la ola.

En este enlace encontraréis una práctica guiada para integrar estos conceptos:

Práctica guiada: Aceptar, acoger y confiar en Soundcloud

*Rick Hanson tiene varios libros maravillosos que recomiendo en casi todas mis formaciones. Siempre mejor en versión original, pero están traducidos al castellano. Mis dos recomendaciones: “El cerebro de Buddha” y “Cultiva la felicidad”.